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La villa de Bilbao es una ciudad que se ha reinventado a sí misma de una manera imaginativa y de excelente gusto, mezclando lo nuevo y lo viejo.
Esta cosmopolita ciudad posee un pasado minero e industrial. Por este motivo, qué mejor manera que iniciar un recorrido para conocerla en profundidad partiendo del valle de Trápaga, donde se encuentran los yacimientos mineros que proveían de minerales a las fábricas de la margen izquierda.
Al valle se accede con el funicular de Larreineta, que tiene un recorrido de 2 kilómetros y un desnivel del 35%. Fue inaugurado en el año 1926, y a estas alturas ya ha olvidado aquellos tiempos en los que transportaba minerales.
Podréis disfrutar de las mejores vistas de Bilbao desde la zona alta del valle. La desembocadura del Abra y el “agujero” en el que está encajada la villa, por el que a una zona concreta de la ciudad se la conoce coloquialmente como “el Bocho”. Además de las espectaculares vistas encontraréis antiguos yacimientos mineros y caseríos dispersos.
La siguiente parada de nuestra ruta debería ser el barrio de La Arboleda, antiguo poblado minero que conserva las típicas construcciones. Aquí se encuentra el Museo de la Minería del País Vasco, una visita interesante para comprender el camino que ha traído a Bilbao hasta su presente. Pero seamos sinceros, a La Arboleda se viene a comer una buena alubiada. Alubias rojas con sus obligados sacramentos (morcilla, tocino, costilla, chorizo…).
De vuelta ya en el centro de la ciudad también encontraremos muestras del pasado minero-industrial de Bilbao. Como el Muelle Marzana, donde atracaban las gabarras que cargaban el mineral que bajaba del valle. Sí, gabarras como la que utiliza el Athletic Club para celebrar sus títulos futbolísticos.
Y de aquí al barrio de Bilbao La Vieja, el más antiguo de la ciudad, y también de origen minero. Un barrio de acogida de la inmigración obrera y con un pasado que todavía hoy en día lo estigmatiza a pesar de estar en plena transformación. Es el nuevo “distrito Arty” de la ciudad, en el que uno puede disfrutar de una mezcla particular de carnicerías halal o locutorios con locales de ocio y gastronomía, arte, diseño o moda. Bilbao no solo vive del Guggenheim y eso es una gran noticia.
Pero el museo Guggenheim es uno de los grandes protagonistas de la evolución de esta ciudad. Echó a andar en el año 1997, funcionando en red con sus museos “hermanos” de Nueva York y Venecia, y con la arquitectura más que reconocible de Frank O. Gehry. Una visita obligada que desde su inauguración recibe una media de un millón de visitantes al año, a sus nutridos fondos de obras de arte, a sus exposiciones itinerantes de arte contemporáneo y a “otras historias”, como grabaciones de vídeos musicales y películas o pasarelas de moda.
Los “vecinos” del museo son resultado del tractor de regeneración urbanística que ha supuesto este proyecto. La Torre Iberdrola de César Pelli, la Biblioteca de la Universidad de Deusto de Rafael Moneo o Las Viviendas de Arata Isozaki por citar algunos ejemplos.
Margen izquierda o margen derecha, siempre rondando la ría, vertebradora de la ciudad.
Bilbao no tiene playa, pero sí la tuvo. En otra zona de la ría encontramos El Arenal, donde los arrantzales reposaban sus barcas tras un día de faena. En la actualidad es una zona de paseo, pero también de celebración, ya que grandes fiestas como la Semana Grande o la Feria de Santo Tomás tienen su epicentro en esta zona.
Cruzando el puente del Arenal encontraremos la Estación de la Concordia, que nos abrirá recorrido por el Ensanche. Un buen momento para recorrer escaparates y tiendas cruzando la Plaza Circular, la Gran Vía y la Plaza Elíptica o de Moyua.
Tras este periplo comercial estaremos a las puertas del Museo Bellas Artes. El “otro” gran museo de Bilbao, muy acogedor y reposado, con un gran fondo artístico y grandes exposiciones itinerantes, de la talla de Antonio López o Fernando Botero.
Este puede ser un buen momento para que los aficionados al deporte tengan su momento, visitando el nuevo San Mamés, estadio del Athletic Club, y su respectivo museo.
No podemos olvidarnos del Casco Viejo de la ciudad. Data del siglo XIV, cuando 3 calles eran el corazón de la villa, las calles Somera, Artecalle y Tendería. Un siglo después se unieron a estas las calles Belosticalle, Carnicería Vieja, Barrencalle y Barrencalle Barrena. De ahí que en la actualidad al Casco Viejo se le conozca como las “siete calles”. El Teatro Arriaga es un buen punto sobre el que pivotar para visitar esta zona y disfrutar de un buen atracón de pintxos y buenos caldos. En la planta baja del teatro se encuentra la Oficina de Información y Turismo. Allí estarán encantados de brindarnos información para visitar otros atractivos como el Mercado de la Ribera, el puente y la Iglesia de San Antón o la Plaza Nueva.
Si después de tanto caminar por el asfalto todavía os quedan fuerzas es tradicional entre los bilbaínos el ascender a los montes Artxanda o Pagasarri. Una buena oportunidad para disfrutar de la naturaleza y de nuevas vistas sobre la ciudad.
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